07/05/2015 – Quintillà, Armengol, Ochoa y Cordero hablan del buen momento de la cocina colomense.
No es fácil reunir a los cocineros con más renombre de Santa Coloma. Son gente que vive en su restaurante: Víctor Quintillà, Lluerna; Francesc Armengol, Ca N’Armengol; David Ochoa, El Cinc, y Paco Cordero, El Cantó. Los reunimos en la Escola de Restauració, situada en lo alto de la avenida Primavera, de la que forman su Consejo Asesor. En su día lograron situar a Santa Coloma en el mapa gastronómico, y hoy han logrado convertir la escuela en un centro de referencia del país.
Alrededor de una mesa del bar del centro analizan el esplendor de la cocina colomense. Quintillà califica de importante el cambio porque “se ha conseguido aumentar la afición a la cocina”. Armengol asiente con la cabeza, y agrega: “El centro da una buena formación profesional y ocupacional desde cero. Ahora, hace falta que se dé a conocer que tenemos una escuela de primer nivel, que además ofrece una formación continuada a los restaurantes”.
Compañerismo y buen rollo
La primera impresión es que los cuatro son competidores, pero la realidad es que se relacionan como amigos. “No hay rivalidad, sino compañerismo. Somos conscientes de que la clientela hoy va a un sitio y mañana a otro. Todos nos beneficiamos del gran momento que vive la cocina en nuestra ciudad”, sostiene Ochoa. Y Cordero recalca: “Nos retroalimentamos unos a otros. La clientela se mueve, no le gusta comer siempre en el mismo sitio”. Para ellos, la competencia es agua pasada: “Tenemos la misma problemática y es mejor abordarla entre los cuatro que por separado”, añade Ochoa.
Preguntados si atraen a personas de otras localidades, Quintillà levanta la mano: “El 90% de mi clientela es de fuera de Santa Coloma”. Armengol la sitúa entre un 40 y un 60% en su establecimiento, y Cordero y Ochoa no se atreven a dar un porcentaje, pero confirman un interés creciente por parte de gente de Barcelona y la comarca del Maresme. Y todos ellos coinciden en subrayar la fuerte presencia de extranjeros, gracias a las guías gastronómicas, dice Quintillà, o el Hotel Ibis, señala Armengol. Ochoa puntualiza que viene mucha gente de Badalona y que los clientes van también al Nara o al Milano, y otros muchos restaurantes. “Es Santa Coloma la que se beneficia”, porque salen de comer y dan una vuelta y compran, asegura Cordero. Pero Quintillà se queja de que la mayoría de comercios estén cerrados el sábado por la tarde: “¿Cómo la gente no va a ir a La Maquinista?”.
Conexión con Torribera
Los alumnos de la escuela sirven cafés, agua fresca y alguna pasta. Se interesan por sus estudios, no en vano los cuatro forman el Consell Assesor y la escuela se ha abierto como una granada. Se han sembrado nuevas ideas más allá de la formación y la ocupación de la que hablaba Armengol. Todos coinciden en que hoy es un buen lugar para reciclar a los profesionales en activo, para asesorarse en nuevas técnicas como la cocina al vacío, difundir la cultura gastronómica y mil cosas más. Pero una resulta esencial, el hermanamiento con el Campus de l’Alimentació de Torribera.
Santa Coloma está en el mapa gastronómico y quiere ahora que irradie riqueza al resto de la ciudad. Explican que hay que acabar con algunos estigmas y dar a conocer las cosas buenas de la ciudad. “Me da rabia que haya clientes de Barcelona que se quejen de la falta de aparcamiento, como si en el Eixample fuese fácil aparcar”, lamenta Quintillà. “Y muchos extranjeros se creen que están en Barcelona”, añade en tono jocoso Armengol. “Bueno, para algunos El Bulli estaba en Barcelona”, replica Quintillà. Y risas. “Lo importante es que la gente viene una vez, que es lo que cuesta, se sorprende y luego repite”, concluye Cordero. Y todos afirman con la cabeza.